Los pueblos fantasmas del Viejo Oeste tienen un lugar especial en la historia de nuestro país. Son parte de América tanto como el 4 de julio o el pastel de manzana (Y que personalmente odio por las manzanas, ¿pero eso me hace un comunista? ). Los fantasmas que deambulan por la abandonada ciudad (convertida en atracción turística) fueron víctimas de lo inevitable, bien sean personas inocentes o sinverguenzas, sus almas están condenadas. Y todas esas personas fueron condenadas desde la misma creación de estas ciudades destinadas a convertirse en pueblos fantasmas, producto de de la avaricia y la falta de ley. Y a pesar, de que muchas ciudades emergente del sur de Texas se desbanecieron en los rincones de la historia, ciudades como San Antonio continuaron floreciendo, ya que no se basò en una faceta particular.
Desde el comienzo de la era del Viejo Oeste, los forajidos más feroces que el Salvaje Oeste tenía para ofrecer emigraban en masa a San Antonio, Texas. La ciudad gozaba de la mayor cantidad de salones, salas de juego y baile, y burdeles en toda Texas. Sobra decir, que el resultado de mezclar, a los pistoleros más despiadados, con grandes cantidades de alcohol da como resultado violencia y asesinatos (mucha violencia y asesinato). El más desalmado de todos los pistoleros en San Antonio fue Bob Augustine, quien disfrutaba atormentando a la gente de San Antonio. Lo disfrutaba tanto, que su fantasma aún persigue las mismas calles que solía aterrorizar.
Por décadas el hombre más influyente en San Antonio fue el desgraciado Bob Augustine, era como el Tony Montana del lugar. Con su llegada, ya se había ganado la fama de matar a una docena de hombres. Aunque se sabe poco sobre sus orígenes, algunos creen que estaba conectado con la disputa familiar de Sutton-Taylor (los Hatfields y McCoys de Texas). Otros teorizaron que era miembro del ejército privado del General William Walker, el cual dirigió una expedición en Nicaragua. Lo más probable es que solo fuera un viajero de Goliad, Texas; el cual sabía cómo manipular los hechos en cualquier situación.
A pesar de ser un asesino despiadado, Agustín era un hombre encantador, una suerte de Don Juan. Lo describian con una "cara bien delineada, ojos marrones bien expresivos y un pequeño bigote negro". Tenia la fama de ser un hombre elegante, con un sombrero negro, botas bien pulidas, pantalones elegantes, acompañado con una camisa blanca, chaleco bordado y corbata de seda roja. Lo que le facilitaba atraer a las mujeres, mientras masticaba su palillo de dientes con una seductora sonrisa diabólica.
Al principio, la gente del pueblo era amable y acogedora con Bob. Creyeron erróneamente que el extraño era un hombre influyente; e incluso se le otorgaron préstamos bastante generosos, ya que los pueblerinos no querían tratarlo descortesmente. Bob se regodeaba con orgullo de su puntería, al punto que organizar varias demostraciones de su habilidad. Preparó un recorrido en un área de la ciudad que tenía un camino bordeado de álamos a ambos lados. En cada mano sostenía un revólver de seis balas, procediendo a disparar a cada uno de los pequeños blancos, que previamente marco en los árboles. Tiempo después elevó la apuesta, yendo por el mismo sendero pero sobre su caballo. Galopando, una vez más acertando a todos y cada uno de los blancos.
La gente de San Antonio aprendió rápidamente que Bob no solo tenía buena puntería. También era un borracho grosero y violento. El viejo Bob era tan desalmado que era capaz disparar y matar a alguien por interrumpir lo que él consideraba "un rato agradable". Era tan temido que después de matar a un pobre bastardo a sangre fría, todo lo que tenía que hacer era amenazar al jurado y al juez, diciendo que si se atrevían a declararlo culpable, los mataría a todos sin dudarlo un segundo. Resultando en inmediata liberación de la cárcel sin cargos.
Una las infames historias sobre Bob fue se cuando propuso vengar a su amigo, Hek Rote. Hek le había robado el caballo a un viejo mexicano, quien denunció el crimen a las autoridades. El oficial al mando rastreó a Hek y le hizo devolver el caballo al viejo. Bob enfurecido porque el viejo delató a Hek salio a buscarlo. Buscó en todos los salones de San Antonio y hasta que dio con el viejo. Cuando Bob se acercó a la mesa donde el viejo loco estaba tomando. Tomó una silla, pero antes de que pudiera romperla en la cabeza del hombre, el cantinero Jesse Sumpter lo detuvo, arrebatándole la silla de las manos. Bob desenfundo su confiable revólver, pero suerte del viejo. Jesse nuevamente detuvo a Bob, mientras le gritaba en español al anciano: "¡Corre por tu vida!" El viejo salió rápidamente del bar, mientras Jesse seguía reteniendo a Bob. Después de un tiempo, Jesse pudo calmar a Bob y los dos compartieron un trago. Jesse conocía muy bien a Bob y su facilidad para la violencia. En una ocasión previa, Jesse vio como Bob maor a tiros a un hombre durante una pelea en un salón de baile.
A raíz de la anarquía producida por la falta de ley en todo Texas, se formaron comités de vigilancia. Estos comités estaban compuestos en su mayoría por personas respetuosas de la ley, aunque el abuso de poder para beneficio personal era presente. El objetivos iniciales eran muy simples, mantener el orden y proteger la vida y propiedades de los ciudadanos. Parecido a Batman, o la mayoría de los vigilantes de los cómics; los miembros del comité a menudo operaban durante la noche. Una vez que atraparon a su hombre, no se molestan en llevar dicho forajido ante un tribunal de justicia (el cual les había fallado repetidamente en el pasado). En cambio, se convirtieron en juez, jurado y verdugo, en varias ocasiones colgando al individuo la misma noche de su captura.
Aunque estas organizaciones secretas preferían operar con un perfil bajo, cubiertos por el velo la noche, a veces sucumbían a su ira y formaban una multitud enfurecida. Usualmente, se requiere de una persona llena de un odio especial para generar ese tipo de mentalidad, y Bob Augustine tenía la manera de sacar lo peor de la gente.
El 7 de septiembre de 1861, el desgraciado Bob, estaba de nuevo en otra de sus ahora famosas borracheras. Pero esta vez lo llevó demasiado lejos: montó su caballo por las calles, disparó a las farolas y en el proceso lastimando a un hombre en la pierna. Siguió cabalgando por la Plaza Militar, gritando a todo pulmón. Él furiosamente galopaba su caballo, derribando puestos de chile y provocando un caos en el mercado. Según los informes, saltó de su caballo en un intento de atrapar a una mujer. Cuando la policía finalmente llegó a la escena, sometieron al viejo Bob Augustine y fue arrastrado hasta la cárcel.
La cárcel fue construida en 1850 en la esquina noroeste de la Plaza Militar, y fue apodada la "Cueva de los Murciélagos", ya que albergaba muchos murciélagos por la noche. Durante la mañana siguiente, Bob se encontró una vez más frente a otro juez. Esta vez fue el juez Sweet. Bob solicitó firmemente que se le otorgara un juicio. El juez, asustado por la reputación de Bob, formó un jurado. Cuando el juez Sweet le preguntó a Bob cómo se declaraba, Bob lo miró fijamente y luego al jurado como una pantera enjaulada, y dijo: "Mataré a cada uno de ustedes, si me declaran culpable"."
Casi de inmediato fue declarado inocente. Bob recuperó su pistola y salió del tribunal sintiéndose intocable. Pero cuendo se abrieron las puertas, su sonrisa se desvaneció rápidamente, ya que ante él había un grupo de 300 pueblerinos llenos de ira, multitud que fue reunidas por el comité de vigilancia.
La gente de San Antonio había tenido suficiente de las fechorías de Bob Augustine, y al ver a sus conciudadanos unidos con fuerza y en solidaridad, el juez Sweet encontró su coraje. Encerró al viejo Bob a su celda, justo donde pertenece. Esa misma noche, Bob intentó escapar pero fue descubierto y capturado por la multitud de ciudadanos, ya cansados del rufián bob, fue arrastrado a Bob a un árbol de chinaberry y atado de manos; desesperado les rogó que solo le disparasen, para que no sufriera el horrible destino de ser linchado. Pero para su desgracia eso es lo que el pueblo pedía. Querían que sufriera, tanto como él los había hecho sufrir durante su ruin reinado. No hubo piedad, ni siquiera cuando el obispo de la iglesia suplico a la multitud que tuvieran piedad. Todos estaban hartos, hartos del sistema de justicia y su incompetencia, y ese punto ya habían perdido la paciencia.
La furiosa horda puso el lazo en el cuello de Bob, y lo ahorcaron de un árbol al frente de la Catedral de San Fernando.
Si visitas la Plaza Militar de San Antonio hoy en dia, te alentamos a que camine por el mismo lugar donde ahorcaron a Bob Augustine (al puro estilo del Viejo Oeste). Es posible que escuches un grito desgarrador al estilo de John McClane, similar al que supuestamente Bob gritó el día que montó su caballo por la plaza. La Plaza Militar ha tenido una numerosa cantidad de avistamientos fantasmales, mucho más que la mayoría de los lugares en San Antonio, y no es para menos; después de todo, la Plaza Militar presenció la mayor cantidad de forajidos ahorcados en todo el estado, y es seguro suponer que esos forajidos rebeldes, hombres quienes dieron poca importancia a la ley, siguen causando estragos después de su muerte.
Cuiden sus carteras, mantenga sus ojos bien abiertos. En la Plaza Militar, no debes preocuparte por los vivos, sino de los muertos y fantasmas de forajidos que siguen causando estragos en su reinado de terror espectral en el más allá.
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